Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas - Amy Blankenship страница 6.

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Cuando la sangre de un Guardián se derrama…

Es hora de que la profecía se cumpla…

Solo entonces dos almas revivirán…

Trayéndolas a la luz…

Destinadas a combatir la magia oscura de la noche…

Con esta promesa, nosotros los inmortales levantaremos nuestras armas…

Protegiendo a aquellos renacidos de más daño…

En manos de piedra y mármol a nuestro enemigo le daremos…

El único deseo que este desea… dentro de la luz para vivir.

Mientras el vórtice envolvía a Kamui, una pluma brillante de cada ala iluminada se soltó y rompió hacia dentro del ciclón…cambiando como dos pequeñas dagas para dispararse directamente hacia abajo, aterrizando en la tumba. Las relucientes plumas se quedaron atascadas en la suave tierra por unos breves momentos antes de hundirse en el suelo para emerger con las almas de sus amigos.

Las rodillas de Kamui golpearon el suelo al dispersarse el hechizo, enviando un terremoto hacia todas las direcciones. – Hasta que nos encontremos de nuevo, Kyoko… Toya –, susurró Kamui sintiendo la soledad acercándosele. – Quizá la siguiente vida será un tiempo mejor y más brillante.

Shinbe se mantuvo en silencio a su lado, sin desear nada más que derramar lágrimas, pero no se podía permitir ese lujo. Hyakuhei aún estaba ahí afuera y Shinbe sabía que el vampiro de corazón oscuro eventualmente vendría por él. El enemigo sabría lo que habían hecho. Borraría todos los rastros que pudiera por ahora.

Buscando dentro de su bolsillo, Shinbe sacó una botellita amatista llena de un polvo mágico intemporal. Rociando ligeramente la tierra, caminó en círculo alrededor de la tumba para protegerla de ojos fisgones. La tierra se volvió instantáneamente sólida para esconder la ubicación de la nueva tumba.

Los ojos de Shinbe se iluminaron del mismo color amatista mientras susurraba palabras que solo él podía entender.

Sintió un vínculo antiguo entre hermanos que habían luchado una batalla eterna con la obscuridad abrasando su alma para convertirse en un símbolo de protección sobre la tumba. Encima del lugar donde sus amigos yacían, crecieron flores sin necesidad de que se plantara ninguna semilla. Flores de cinco colores aparecieron en vides espinosas… plata… dorado… azul hielo… amatista… y un brillante polvo de arcoíris.

– Me voy –. Dijo Shinbe después de un largo silencio. No quería que su presencia diera la ubicación de los otros y supo que era tiempo de continuar. Su mirada saltó hacia el arbusto de flores de extraños colores. Toya y Kyoko ahora estaban protegidos de Hyakuhei y el hechizo no sería perturbado.

Por ahora, era lo único que podía ofrecerles además de tristeza.

Kamui miró al hechicero, sorprendido ante su nuevo desempeño. – ¿Qué? Pero… ¿Por qué? – Abrió sus ojos en un momento de pánico… ¿Ahora todos lo dejarían? ¿No era suficientemente malo haber perdido a Toya y a Kyoko?

Sintiendo el miedo de Kamui elevarse, Shinbe colocó una mano firme en el hombro de su amigo e intentó explicarse. – Sabes tan bien como yo que Hyakuhei se enterará de lo sucedido aquí –. Miró a Kotaro por encima del hombro de Kamui sabiendo que el Lycan entendería su deserción.

– Tú podrás escapar de sus ojos siempre vigilantes, pero yo no poseo esa clase de poder. De todas formas seré capaz de esconderme, pero no estoy seguro de por cuánto tiempo –. Shinbe soltó un largo suspiro y miró a la luna colgando baja en el cielo. – Mis días tienen un número en ellos ahora –. Una suave sonrisa ladeó las comisuras de sus labios como si supiera un secreto. – Que así sea.

– Abordaré el siguiente barco que vaya al oeste sobre el océano. Allí tendré una mejor oportunidad de mantener mi identidad a salvo de Hyakuhei y quizá incluso de encontrar una forma en que mi alma reencarne al mismo tiempo a nuestros queridos amigos –. Él esperaba que lo que estaba diciendo fuera cierto. Ellos lo necesitarían cuando llegara el momento.

Kamui echó un vistazo a la tumba debajo de él, luego a sus amigos con mayor calma de la que había sentido desde que esta pesadilla de tarde había comenzado. No quería que Shinbe fuera la siguiente víctima, así que, sí, entendió. Gentilmente arrancó una pluma arcoíris de su ala derecha y la presionó contra el cuello de Shinbe.

Shinbe jadeó cuando empezó a resplandecer brillantemente con fuerza antes de que su piel la absorbiera. Miró hacia abajo y vio el breve contorno de la pluma justo debajo del cuello de su túnica.

– Eso ayudará cuando llegue el momento –. Dijo Kamui con una sonrisa y le dio a Shinbe un fuerte y comprensivo abrazo. No perdería a Shinbe por mucho tiempo, sin importar qué.

– Nos veremos de nuevo mi amigo –, susurró Shinbe antes de alejarse del abrazo de Kamui. Él le asintió a Kotaro con la cabeza sabiendo que el Lycan cuidaría de Kamui por todos ellos. Shinbe miró atrás a la tumba, luego apartó sus ojos dejando que su flequillo cayera para esconder la tristeza. – Que así sea –. Susurró de nuevo mientras desaparecía dentro de la obscuridad envolvente.

– Niño ¿estás listo? – preguntó Kotaro en voz baja mientras mantenía su espalda hacia la tumba. Supo que no podía quedarse. Shinbe tenía razón… mientras más lejos estuvieran, mejor protegido quedaría el hechizo.

Kamui quería refunfuñar ante el sobrenombre que Kotaro le acababa de dar, pero no tenía el corazón. Su corazón estaba enterrado en la tierra a sus pies y, si le tomara hasta el final de los tiempos, vería a Hyakuhei pagar por sus crímenes.

– Sí, dijo Kamui, pasando el brazo por sus ojos –. Estoy listo.

Kotaro puso un brazo alrededor de sus hombros y lo guio. El Lycan descubrió que no podía derramar otra lágrima por la mujer que había amado con todo su ser. Su alma se sentía como si alguien la hubiese tirado de su cuerpo, rasgado en trizas y solo le hubiese devuelto la mitad de ella.

Si el hechizo que habían hecho Kamui y Shinbe había conseguido funcionar, vería a su amada Kyoko de nuevo. Él no podía evitar sonreír por todas las travesuras que él y la reencarnación de Toya harían para ganarse el afecto de Kyoko. Él pelearía por ella felizmente de nuevo si tan solo Toya volviera. Después de todo, los amaba a los dos.

Peleó contra la urgencia de mirar nuevamente hacia la tumba. – Cien años es un largo tiempo para esperar, pero estaré ahí para ti… Kyoko.

*****

Más de cien años en el futuro… hoy en día.

Una figura solitaria se alzaba en el techo del edificio más alto, mirando desde arriba la ciudad llena de gente. Sus rasgos nunca traicionaron el recuerdo en su corazón destrozado de su único hermano yaciendo solo y sin vida en el frío y duro suelo siglos atrás. Su corazón que una vez latía cálido, estaba preso en las garras del sádico monstruo que los había creado a ambos.

Él había hecho todo lo que estaba en su poder para separarse de la maldad que lo había rodeado silenciosamente. Así como los humanos de este mundo, él solo se alimentaba de los animales que la naturaleza proveía. Aunque la obscuridad es lo único que tenía permitido, pues es así la maldición de un vampiro, él nunca se convertiría en el demonio que su tío había planeado.

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