Se hace necesario provocar otras situaciones de sobrecompensación antes de que se agoten las precedentes, es decir, provocar una «suma total de las acciones de entrenamiento» (Matwejew, 1972).
Repetir estas situaciones de estrés provocará la adecuación gradual de las capacidades atléticas, poniendo al organismo en situación de superar cargas de trabajo con menos acumulaciones de fatiga o de mostrar prestaciones siempre más elevadas. La sobrecompensación no debe entenderse desde un punto de vista fisiológico, sino solamente como una mejora de la acumulación de glucógeno.
Cuanto más grandes sean los depósitos de glucosa (reservas de glucógeno) en el músculo del futbolista, más tarde acusará el cansancio y más tiempo mantendrá la capacidad de cumplir con su tarea con una muy alta intensidad (Cogan Coyle, 1989).
El elemento básico de la prestación futbolística en lo que se refiere al empleo y el consumo de energía es la actividad de carrera.
Los especialistas se preocupan de detectar «cuánto» corre el futbolista aficionado durante un partido: en general, se ha verificado que esa carrera equivale a unos 8.000 metros. Eso no representaría ni siquiera una prestación atlética de nivel medio, si tenemos en cuenta exclusivamente el tiempo total de juego (90’).
Un análisis apropiado de la carga de trabajo muestra que en el ámbito de esta distancia se realizan:
– Saltos.
– Detenciones y frenados.
– Cambios de dirección.
– Controles del balón.
– Enfrentamientos con adversarios.
En otras palabras, el partido de fútbol es una sucesión de prestaciones diversas por tipo de intensidad de acuerdo con el desarrollo del juego y se producen en un periodo determinado de tiempo. Toda comparación de la prestación futbolística con otras disciplinas (por ejemplo, el atletismo) es en realidad arbitraria y errónea. El jugador de futbol, desde el punto de vista atlético, ha de ser considerado solo un futbolista y nada más. Los 8.000 metros de carrera del futbolista se reparten así:
– Caminar 20% (~1.600 metros).
– Carrera lenta 35% (~2.800 metros).
– Carrera 25% (~2.000 metros).
– Sprint 15% (~1.200 metros).
– Carrera hacia atrás 5% (~ 400 metros).
Los centrocampistas habitualmente recorren distancias superiores con respecto a defensas y delanteros. La cantidad de carrera y el tipo de marcha varía mucho de posición a posición y en el mismo puesto en relación con las características físico-atléticas y sobre todo de carácter del futbolista.
Las distancias recorridas a la máxima velocidad varían desde los 3/4 metros a los 25/30 metros, siendo las más frecuentes de 10/15 metros y se repiten unas 50/60 veces.
Creo interesante indicar también los resultados de un estudio sobre las frecuencias cardiacas manifestadas por los futbolistas durante una competición. Los valores registrados demuestran que el futbolista no está sometido a tensiones muy elevadas.
A lo largo de un partido, se han manifestado las siguientes pulsaciones:
Esas cifras generan algunas consideraciones de carácter general:
1. Existen diferencias importantes entre las prestaciones medias de los distintos jugadores.
2. Con la excepción de los centrales, todos los demás jugadores están sometidos a una amplia gama de estímulos.
3. Entre los defensas y centrocampistas prevalece el periodo de intensidad media, mientras que para los delanteros tenemos el periodo más largo de intensidad mínima, pero también el más largo de intensidad máxima.
Tratemos ahora de analizar cómo el movimiento y el entrenamiento pueden producir cambios en nuestro cuerpo. Para facilitar las cosas, describiré por separado los efectos del movimiento producidos sobre los músculos, sobre las articulaciones, sobre los huesos, sobre los órganos internos, sobre la mente y también sobre las relaciones con otros, pero hay que tener presente que a menudo esos efectos se manifiestan al mismo tiempo.
EFECTOS SOBRE LOS MÚSCULOS
Los músculos son los órganos activos del movimiento, están de hecho constituidos por fibras que se contraen ante la presencia de impulsos (órdenes nerviosas). El movimiento produce sobre el músculo las siguientes transformaciones:
1. Aumento del volumen: El músculo, si se le hace trabajar para elevar pesos o vencer una resistencia, se hace más grueso y al mismo tiempo aumenta su fuerza.
2. Aumento de la longitud: El músculo mantiene o aumenta su longitud por medio del trabajo continuo al que es sometido, el estiramiento muscular permite aprovechar plenamente la amplitud articular.
3. Aumento de los capilares: El músculo, dedicado a un trabajo de baja intensidad, pero de larga duración, aumenta su capilarización, es decir, el número de vasos que hacen llegar el oxígeno (transportado por la sangre) a las fibras musculares. Se consigue una mejor capacidad de abastecer de oxígeno al músculo, condición que permite al músculo resistir más tiempo la fatiga.
4. Aumento de las sustancias energéticas: El movimiento permite el aumento de las sustancias energéticas (glucógeno) necesarias para la contracción muscular.
5. Mejora de la transmisión de los estímulos nerviosos: El entrenamiento hace más veloz y precisa la transmisión de los estímulos nerviosos del cerebro a los músculos, mejorando así la velocidad y la coordinación de movimientos.
EFECTOS SOBRE LAS ARTICULACIONES
Las articulaciones constituyen el sistema de «cruce» de nuestro cuerpo. Permiten el movimiento de las diversas secciones corpóreas. La articulación está constituida por la unión de dos huesos, cuyos extremos se llaman cabezas articulares. El movimiento produce sobre las articulaciones las siguientes transformaciones:
1. Mantenimiento de la movilidad fisiológica: La articulación, para mantener su movilidad normal, debe utilizarse al máximo de sus posibilidades de movimiento.
2. Aumento o recuperación de la movilidad: Para que sea posible recuperar la movilidad perdida y aumentar la que se posee es necesario utilizar formas especiales de entrenamiento y movimiento.
3. Robustecimiento de las cápsulas articulares: La cápsula articular, formada por ligamentos y músculos, tiene la misión de mantener firmemente ligadas las cabezas articulares e impedir que las articulaciones se salgan de su lugar y se produzcan torceduras y luxaciones.
EFECTOS SOBRE LOS HUESOS
Los huesos constituyen la armazón de nuestro cuerpo, desempeñan la función de protección (el cráneo protege el cerebro, la columna vertebral protege la médula) y contribuyen, como órganos pasivos, al movimiento y al desplazamiento del cuerpo y de sus extremidades. El movimiento produce sobre los huesos las siguientes transformaciones:
1. Una mejor nutrición: El aumento de circulación sanguínea provocado por el ejercicio físico nutre mejor el tejido óseo reforzándolo con calcio.
2. Desarrollo de longitud: El movimiento favorece la producción de nuevas células óseas, lo que determina el crecimiento en longitud del propio hueso.
3. Desarrollo en anchura y grosor: Las flexiones de los huesos, ejercitadas por los músculos durante el movimiento, favorecen el desarrollo de estos en grosor y anchura. Se consigue un aumento de la resistencia.
EFECTOS SOBRE LA RESPIRACIÓN
La tarea del aparato respiratorio es el suministro de oxígeno al organismo y la eliminación de anhídrido carbónico. El movimiento produce sobre la respiración los siguientes beneficios:
1. Reducción del tiempo de recuperación: El que entrena emplea menos tiempo en volver a la respiración normal después del esfuerzo.
2. Menor aumento de la frecuencia respiratoria: El que entrena, a igualdad de trabajo, tiene una frecuencia respiratoria básica más baja con respecto al sedentario (12-16 veces por minuto).
3. Aumento de la capacidad vital: La capacidad vital es la cantidad de aire, medida en litros con el espirómetro, que se consigue emitir con una expiración forzada después de haber realizado una inspiración máxima.
4. Aumento del tiempo de apnea: La apnea, o suspensión voluntaria de la respiración, aumenta su duración en quien entrena.
5. Potenciación de la mecánica respiratoria: Con el ejercicio, los músculos respiratorios, especialmente el diafragma, aumentan su potencia y la eficacia de sus contracciones.