Морган Райс - Amores стр 3.

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Caleb llevó el vaso hasta sus labios y ella lo observó con la esperanza de que él le correspondiera.

Y lo hizo.

Entonces ambos desviaron la mirada al mismo tiempo y Caitlin sintió que el corazón le palpitaba con más velocidad.

Caleb regresó a su sitio, se sentó sobre la paja que ahí había y, reclinándose, volteó hacia donde estaba ella. Ahora parecía que era él quien estudiaba sus rasgos y eso la cohibió.

Sin darse cuenta, Caitlin deslizó la mano por su ropa y pensó que le habría gustado estar mejor vestida. Pensó a toda velocidad y recordó que, en algún momento, no sabía cuándo con exactitud, se detuvieron en una tienda de ropa de segunda mano en un pueblo y ella consiguió ahí algunas prendas para cambiarse.

Miró temerosa hacia abajo y ni siquiera pudo reconocerse. Llevaba unos jeans rotos y deslavados, tenis de una talla más grande que la suya, camiseta y un suéter. Encima de todo, se había puesto un viejo saco marinero color morado al que le faltaba un botón y que también le quedaba demasiado grande. Sin embargo, le brindaba calor, y en ese momento, era lo único que necesitaba.

Caitlin se sintió apenada. ¿Por qué tenía que verla él así? Era pura mala suerte: la primera vez que conocía a un chico que en realidad le agradaba, y ni siquiera tenía la oportunidad de arreglarse. En el establo no había un baño en el que pudiera arreglarse, y de todas maneras, no llevaba sus cosméticos. Avergonzada, miró hacia otro lado.

—¿Dormí mucho tiempo? —preguntó.

—No estoy seguro; yo también acabo de despertar —le respondió Caleb mientras se recargaba y se pasaba la mano por el cabello.

—Me alimenté temprano esta noche y eso me agotó.

—Explícame eso —le pidió mientras lo observaba.

Él no contestó de inmediato.

—Alimentarse —añadió ella—, ¿cómo funciona? ¿tú… matas gente?

—No, jamás —le contestó mientras trataba de ordenar sus pensamientos en silencio.

—Como todo lo demás acerca de la raza de los vampiros, es un asunto complicado —le contestó—. Depende del tipo de vampiro que seas y de la cofradía a la que pertenezcas. Yo sólo me alimento de animales, por ejemplo. Venados, casi siempre. Hay una sobrepoblación de venados, así que no hay problema. Los humanos incluso los cazan y ni siquiera para comerlos.

Su gesto se tornó melancólico.

—Pero hay otras cofradías que no tienen tanto tacto. Se alimentan de humanos. De los indeseables, por lo general.

—¿Indeseables?

—Indigentes, vagos, prostitutas… la gente a la que nadie extrañará si desaparece; el objetivo es no atraer mucho la atención. Así ha sido siempre. Los vampiros que se alimentan de esa forma, son vampiros impuros. Pero a mi cofradía, a mi raza, se le considera de sangre pura: aquello de lo que te alimentas… te infunde su energía.

Caitlin se quedó sentada pensando.

—¿Y qué hay de mí?, ¿por qué sólo me dan ganas de alimentarme en momentos específicos?

Caleb frunció el ceño.

—No estoy seguro; creo que contigo sucede algo diferente. Eres una mestiza y eso es algo muy raro. Sólo sé que estás madurando. Otros cambian de la noche a la mañana, pero en tu caso, debe haber un proceso. Tal vez te tome algún tiempo atravesar por todos los cambios que te esperan para, después de un tiempo, estabilizarte.

Caitlin recordó las punzadas de hambre que había sentido, la forma en que la abrumaron sin que ella se lo esperara. La habían imposibilitado para pensar en otra cosa que no fuera alimentarse. Fue una experiencia horrible y tenía mucho miedo de que se volviera a presentar.

—¿Pero cómo puedo saber cuándo sucederá de nuevo?

—No puedes saberlo.

—Es que no quiero volver a matar a un humano —agregó ella—. Jamás.

—No tienes que hacerlo; puedes alimentarte de animales.

—¿Y qué pasará si el hambre me ataca mientras estoy atrapada en algún lugar?

—Vas a tener que aprender a controlarla. Se necesita práctica y fuerza de voluntad; no es sencillo pero sí posible. Tú puedes llegar a dominarla, todos los vampiros pasan por eso.

Caitlin pensó en lo que sería capturar a un animal vivo y alimentarse de él. Sabía que ahora era mucho más rápida de lo que había sido jamás, pero no estaba segura de que eso fuera suficiente para cazar. Además, ni siquiera se creía capaz de cazar un venado.

Volteó a ver a Caleb.

—¿Tú me enseñarás? —le preguntó esperanzada.

Él le correspondió la mirada y ella volvió a sentir que su corazón se aceleraba.

—La alimentación es algo sagrado en nuestra raza, es una actividad que siempre se debe llevar a cabo a solas —le dijo con suavidad en un tono de disculpa.

—A menos de que…

—¿A menos de que qué? —le preguntó.

—En las ceremonias matrimoniales, cuando se une a los cónyuges.

Caleb volteó hacia otro lado y Caitlin percibió un cambio en su humor. Por otra parte, a ella le corrió la sangre con prisa hasta las mejillas, y de repente, creyó que la temperatura del lugar, subía.

La chica decidió cambiar el tema. No estaba hambrienta en ese momento, por lo que pensó que podría enfrentar ese problema cuando se presentara. Sólo deseaba que Caleb estuviera a su lado entonces.

Además, muy en el fondo, ni siquiera le importaba mucho alimentarse; tampoco los vampiros ni las espadas. Lo que en realidad quería era saber más sobre él. O, en realidad, lo que sentía por ella. Tenía muchas preguntas que quería hacerle. ¿Por qué arriesgaste todo por mí?, ¿fue sólo para encontrar la espada o hubo algo más?, ¿seguirás a mi lado después de que la encuentres? Está prohibido tener un romance con una humana, ¿te atreverías a romper esa regla por mí?

Pero como tenía miedo, lo único que dijo, fue:

—Espero que encuentres tu espada.

Qué tonta, pensó, ¿eso fue lo más interesante que pudiste decir?, ¿qué nunca vas a tener el valor para expresar lo que realmente piensas?

Pero la energía de Caleb era demasiado intensa y a ella le costaba trabajo pensar con claridad siempre que él estaba cerca.

—Yo también —contestó Caleb—. Es un arma muy especial; nuestra raza la ha codiciado durante siglos. Corren rumores de que es el ejemplo más fino que jamás se forjó, de una espada turca, y que está fabricada con un metal que puede matar a cualquier vampiro. Seríamos invencibles si la consiguiéramos, pero si no…

Fue bajando el volumen de su voz. Al parecer, temía enunciar las consecuencias.

Caitlin deseó que Sam estuviera ahí, que pudiera ayudarlos a encontrar a su padre. Volvió a escudriñar el establo pero no vio rastros recientes de él. Otra vez deseó no haber perdido el celular en el camino; le habría hecho la vida mucho más sencilla.

—Sam solía venir a dormir a este establo con frecuencia —dijo. Creí que lo encontraríamos aquí. A pesar de todo, ahora estoy segura de que sí se encuentra en este pueblo. No iría a otro lugar. Mañana iremos a la escuela y hablaré con mis amigos para averiguar dónde está.

Caleb asintió.

—¿Crees que ya sabe en dónde está tu padre? —le preguntó.

—No… lo sé —contestó ella. Pero él tiene más información al respecto que yo. Lo ha tratado de encontrar desde siempre. Si alguien sabe algo sobre mi padre, es Sam.

Caitlin recordó todas aquellas ocasiones que había pasado con Sam. Él se la pasaba investigando, mostrándole nuevas pistas y desilusionándose. Sucedía lo mismo cada noche que subía a su habitación y se sentaba en el borde de la cama. El deseo que Sam tenía de ver a su padre se había vuelto abrumador; era como si un ser vivo se hubiera apoderado de él. A pesar de que Caitlin también tenía mucha curiosidad, ésta no igualaba a la de Sam. Por alguna razón, le había sido muy difícil ver a su hermano tan decepcionado.

También recordó la desordenada infancia que tuvieron y todo de lo que les había hecho falta vivir. De pronto, la emoción se apoderó de ella y las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos. Apenada, las secó con rapidez. Esperaba que Caleb no lo hubiese notado.

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