Caleb se volvió, y ambos cruzaron la terraza y se volvieron hacia el patio.
Allí, muy abajo, iluminados por la luz de las antorchas, había docenas de vampiros boxeando, guerreando y luchando entre sí.
"Esta pequeña isla posee una de las mejores cofradías", dijo Caleb. "Ellos han aceptado acogerte. Ellos te enseñarán. Te entrenarán. Te harán más fuerte. Y luego, cuando tus poderes se hayan desarrollado y te hayas sanado por completo, me sentiría honrado que lucharas a mi lado. Hasta entonces, temo que no puedo permitírtelo. La guerra a la que me dirijo va a ser muy peligrosa. Incluso para un vampiro."
Caitlin frunció su frente. Ella había temido que él dijera algo así.
" Pero, ¿y si no regresas?" preguntó.
"Si sigo vivo, volveré por ti. Te lo prometo."
"Pero ¿qué pasará si no vives?", preguntó Caitlin, con demasiado miedo para poder pronunciar las palabras.
Caleb se volvió y miró hacia el horizonte, y respiró profundamente. Se quedó mirando las nubes, y no pronunció una sola palabra.
Ahora Caitlin tenía una oportunidad. Desesperadamente, quería cambiar de tema. Él estaba decidido a irse, ella lo podía notar, y nada iba a detenerlo. Y era claro que no podía llevarla. SE sintió completamente exhausta, y sabía que él tenía razón: ella no estaba lista para pelear. Necesitaba sanar.
No quería perder más tiempo tratando de detenerlo. Y no deseaba hablar más de vampiros, de guerras, o de espadas. Quería usar el valioso tiempo que les quedaba para hablar sobre ellos. Caitlin y Caleb. Ellos como una pareja. Su futuro. El amor que se tenían. Su compromiso con el otro. ¿Qué los unía exactamente?
Más importante aún, ella se dio cuenta durante todo el tiempo que estuvieron juntos, desde la primera vez que lo vio, ella siempre había dado por sentada su presencia. Nunca se había detenido un momento para mirarlo a los ojos y decirle exactamente lo que sentía profundamente por él. Ahora, ella era una mujer, y sintió que era hora de pasar a otro nivel y actuar con madurez, de actuar como una mujer. Para decirle lo que realmente sentía por él. Deseaba que él lo supiera. Tal vez él lo sentía, sentía lo mucho que ella lo amaba, pero ella nunca había pronunciado las palabras. Caleb, te amo. Te he amado desde el segundo en que te conocí. Siempre te amaré.
El corazón de Caitlin latía con fuerza, estaba más aterrorizada de lo que nunca había estado. Temblando, alzó una mano y suavemente lo puso sobre la mejilla de Caleb.
Lentamente, él se volvió hacia ella.
Finalmente, estaba lista para decirle lo que pensaba.
Pero al intertarlo, las palabras se atascaron en su garganta.
Al mismo tiempo, él la miró con un destello de preocupación y abrió la boca para hablar.
"Caitlin, hay algo que tengo que decirte-", comenzó.
Pero nunca tuvo la oportunidad de terminar la frase.
De repente, se escuchó el sonido de una puerta abrirse y Caitlin inmediatamente sintió que los dos ya no estaban solos.
Ambos se giraron hacia el ruido para ver quién era.
Era una persona. Un vampiro. Una hermosa criatura, increíble, más alta, más delgada, de mejor porte que Caitlin. Con cabello rojo, largo y suelto, y brillantes ojos verdes.
Cuando Caitlin se dio cuenta quién era, su corazón se desplomó.
No. No puede ser.
Era ella. Sera. La ex esposa de Caleb.
Caitlin la había visto brevemente sólo una vez en los claustros. Pero nunca la había olvidado.
Sera caminó hacia ellos con la elegancia de una criatura que había estado en este planeta por miles de años. Segura. Sin detenerse, sin quitar sus ojos en Caitlin, caminó a un lado de Caleb.
Levantó su mano pálida y hermosa y lentamente la puso alrededor del hombro de Caleb. Miró hacia abajo a Caitlin con absoluto desprecio.
"¿Caleb?" dijo en voz baja, con una sonrisa siniestra en su cara. "¿No le has dicho acerca de nosotros?"
Y con esas solas palabras, Caitlin sintió como si hubieran hundido un cuchillo en su corazón.
CINCO
Con horror, Samantha vio como el caldero se inclinaba hacia la cara de Sam. Luchó con toda su fuerza, pero no había nada que pudiera hacer para liberarse de sus captores. No había nada que pudiera hacer. Sólo podía permanecer allí y observar cómo destruían a la persona que amaba.
Mientras el líquido caía sobre Sam, Samantha se preparó para escuchar los gritos horribles que tan a menudo acompañaban de una bendición con ácido Iorico.
Pero a medida que Sam se perdía completamente en la cascada del ácido, curiosamente no se escuchaba ni un solo sonido.
¿El líquido lo había matado tan rápidamente, tan completamente que ni siquiera tuvo tiempo de gritar? Cuando el líquido se detuvo, Sam apareció a la vista.
Y Samantha estaba verdaderamente sorprendida. Como lo estaba cada uno de los vampiros en la habitación.
Él estaba bien. Parpadeó y miró a su alrededor, claramente nada le dolía. Inclusive se mostraba un poco desafiante.
Era increíble. Samantha nunca había visto algo así- nunca había visto a nadie, ya fuera humano o vampiro, que fuera inmune al líquido. Es decir, nadie, excepto una persona. Ahora lo recordaba. Caitlin. Su hermana. Ella había sido inmune también. ¿Qué significaba eso? ¿Estaban relacionados genéticamente? Recordó de nuevo su reloj, su inscripción. La Rosa y la Espina. ¿La dinastía se dividió entre ellos? ¿Pudiera ser que ella no fuera la Elegida?
¿Pero que él lo fuera?
Caitlin era unos años mayor que Sam y tal vez ella había mostrado los signos de la mayoría de edad antes que él. Tal vez si hubieran esperado algunos años, Sam también habría mostrado signos de metamorfosearse en un mestizo.
Cualquiera que fuera la razón, era claro que él era inmune. Lo que lo convertía en alguien muy, muy poderoso. Y muy peligroso para su cofradía.
Samantha miró a su alrededor y en la sala, con varios cientos de vampiros, no se escuchaba ni un sonido. Todos se quedaron mirando en estado de shock.
Sam se veía enojado. Alzó la mano, arrastrando sus cadenas, y se secó el agua de la cara. Tiró de las cadenas pero no pudo liberarse.
"¿¡Alguien me puede quitar esta maldita cosa!? " gritó.
Y entonces, sucedió.
De repente, se escuchó un estruendo en la puerta.
Samantha se dio vuelta y vio el enorme conjunto de puertas dobles desplomarse.
No podía creerlo. Allí estaba Kyle con la mitad de su rostro desfigurado, a su lado Sergei y cientos de vampiros mercenarios detrás de él.
Y eso no fue todo. Kyle la tenía. La sostenía en alto. La Espada.
Kyle dejó escapar un grito horrible y lleno de locura, se lanzó de cabeza en la habitación. Sus partidarios lo seguían de cerca, gritando creando gran alboroto. La habitación se transformó en un caos.
Era vampiro contra vampiro, Kyle y sus hombres atacaban con saña a todo ser que tenían a la vista. Pero la cofradía de la Marea Negra había estado en guerra desde hacía miles de años y no estaba dispuesta a ceder fácilmente. Los vampiros de Rexius se defendían con similar determinación.
Fue una batalla de cuerpo a cuerpo, mano contra mano, vampiro contra vampiro. Ninguno cedía una pulgada.
El propio Kyle avanzaba increíblemente. Con las dos manos, sostenía en lo alto la Espada y la balanceaba ampliamente en ambas direcciones. Dondequiera que fuera, los vampiros se desplomaban. Brazos, piernas, cabezas... Kyle era un ejército de un solo hombre. Cortó un camino a través de la multitud de miles de vampiros, asesinando uno por uno.
Samantha estaba en shock. En sus miles de años, nunca había visto a un vampiro asesinado, en realidad, definitivamente, asesinado. Nunca había imaginado que un vampiro pudiera ser frágil. Esta espada era impresionante. Y muy, muy mortal.
Samantha no esperó más. Cuando un vampiro la enfrentó gritando y apuntó con sus sangrientos dientes afilados a su cara, rápidamente ella se agachó, dejó que volara sobre ella y luego salió corriendo.