Морган Райс - Traicionada стр 9.

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Olas y olas de dolor la invadieron. No encontraba una explicación. Siempre había temido mostrarse vulnerable, sobre todo frente a los hombres, por esta misma razón. Pero con Caleb, se había soltado, había confiado en él por completo. Se había mostrado más vulnerable que con cualquier hombre con quien había estado. Y él se las había arreglado para lastimarla profundamente, más profundamente de lo que pudo haber imaginado.

Sin embargo, no podía comprender cómo podía haberlo juzgado tan mal, ¿cómo pudo equivocarse tanto? Sentía como sus entrañas se rompían a pedazos. ¿Cómo será ahora la inmortalidad, sin él? Sería una condena. Una condena eterna. Sentía que quería morir. Y aun peor, se sentía como un idiota.

"¡Caitlin!" Caleb gritó detrás de ella, mientras ella escuchaba sus pasos corriendo tras ella. "Por favor, déjame explicarte."

¿Qué tendría que explicar? Era claro que él la había invitado a aquí. Era evidente que aún la amaba. Y era evidente que sus sentimientos por Caitlin no eran tan fuertes como los sentimientos de ella por él.

Caleb la tomó del brazo jalándola, rogándole para que se volviese y lo mirase.

Pero ella se apartó. No soportaba que él la tocara. No quería saber nada de él. Nunca más.

"¡Caitlin! " exclamó. "¿No vas a dejar que te explique?"

Pero Caitlin no se detuvo. Ahora, era una persona diferente, un ser diferente y lo sentía en más de un sentido. Junto con su fuerza de vampiro recién descubierta, también le sobrevino una nueva serie de emociones propias de los vampiros nuevas para ella. Ya podía sentir que sus emociones eran más fuertes de cuando había sido humana, eran mucho más intensas. Sentía todo mucho más profundamente. No se sentía deprimida - sentía como si estuviera muriendo literalmente. No se sentía traicionada - sentía como si, literalmente, la hubieran apuñalado en el corazón. Quería abrirse a sí misma, hacer cualquier cosa para detener el dolor que la desgarraba en su interior.

Se dirigió al otro lado de la terraza y entró a su habitación, cerrando la puerta de roble detrás de ella.

"¡Caitlin, Caitlin por favor!", se escuchaba la voz apagada del otro lado de su puerta.

Caitlin se volvió y cerró la puerta.

"¡Vete!", gritó. "¡Regresa con tu esposa!"

Después de algunos segundos, por fin sintió que él se había ido.

Ahora estaba sólo ella. Sólo el silencio. Caitlin se sentó en el borde de la cama en su pequeña habitación, puso su cabeza entre las manos y lloró. Sollozaba y sollozaba con gritos desgarradores. Sentía que todo lo que tenía de pronto se lo habían quitado.

Escuchó un gemido y sintió un pelaje suave contra su rostro, y miró hacia abajo para ver a Rose, frotando su cara contra la suya. Rose lamió las mejillas de Caitlin tratando de lamer sus lágrimas.

Le ayudaba a Caitlin para despejarse. Se agachó y acarició el rostro de Rose, tocando su pelaje. Rose saltó al regazo de Caitlin, todavía era pequeña para hacerlo, y Caitlin la abrazó.

"Todavía tengo a ti, Rose" dijo Caitlin. " Tú no me dejarás, ¿verdad?"

Rose se echó hacia atrás y le lamió la cara.

Pero era demasiado el dolor. Caitlin no podía permitirse el lujo de sentarse en ese cuarto un segundo más. Sentía como si estuviera a punto de estallar a través de las paredes.

Miró la enorme ventana, vio el cielo acogedor de la noche y, sin vacilar, bajó a Rose, saltó de la cama, dio dos zancadas y saltó hacia afuera.

Sabía que sus alas brotarían y la llevarían lejos. Pero una parte de ella deseaba que no lo hicieran - deseaba que fallaran y la hicieran caer en picada directamente sobre la tierra.

SIETE

Samantha estaba encademada. Varios vampiros la agarraban con firmeza de los brazos mientras la arrastraban a través de la gran sala. La habitación se había convertido en un matadero. Por donde viera, había miles y miles de cadáveres de vampiros; sus ex -compañeros de cofradía -su sangre formaba charcos por todo el piso- cortados en pedazos por Kyle y su maldita espada. Esa espada tenía un poder mayor al que había imaginado.

Sin embargo, en medio de esta carnicería, varios cientos de vampiros permanecían vivos. Ahora eran parte de la gente de Kyle. Y a cada momento, docenas más entraban por las puertas abiertas. De hecho, la corriente de vampiros ávidos de declarar su lealtad a Kyle parecía no tener fin. Era evidente que ahora se trataba de su cofradía. Con Rexius muerto, no quedaba nadie más a quien declararle lealtad. Y Kyle se lo había ganado. Se las había arreglado para acabar con todos los vampiros que lo habían traicionado.

Había cientos de vampiros que lo habían ayudado en la batalla contra Rexius. Algunos eran verdaderamente leales a Kyle, mientras que otros eran simplemente oportunistas. A otros simplemente les disgustaba Rexius y habían estado esperando su oportunidad. Llegaban vampiros de cofradías de toda la ciudad. La noticia se difundió rápidamente en el mundo de los vampiros y todos querían ser parte de la próxima guerra. Cualesquiera que fueran sus razones, ahora eran parte del ejército de Kyle.

Ahora que Kyle era el líder, ahora que la Espada estaba en su poder, era claro que pronto habría una gran guerra, una guerra como ninguna otra que la raza de los vampiros hubiera librado. Kyle era despiadado y estaba sediento de sangre y ni siquiera esta carnicería lo había satisfecho. Estaba resentido y no lo podía evitar. Todos los vampiros que no se habían apresurado a jurarle lealtad pagarían por ello. Además de todos los inocentes seres humanos. Sus vendettas se extendían interminablemente, Samantha lo sabía, y la ciudad de Nueva York pronto sería su juguete.

Arrastraron a Samantha bruscamente a través de todo el caos hasta el centro del cuarto.

Kyle estaba ahora sentado en el trono de Rexius, saboreando su poder; una sonrisa maligna se extendió por su rostro cuando, desde todas las direcciones, los vampiros se inclinaron ante él.

De pie a un lado de Kyle, Sergei golpeó su bastón de metal en el piso, tres veces.

El cuarto entero con miles de vampiros se alineó en perfecto orden. Todos levantaron sus puños y gritaron : "¡Dios te salve, Kyle!"

Samantha estaba asombrada. Era una increíble demostración de fuerza y lealtad. Nunca había presenciado una manifestación de obediencia así. Kyle tenía magnetismo. Ya era un tirano.

Pero Kyle no parecía interesado en sus soldados. En cambio, tenía sus ojos fijos en Samantha. Todos en la habitación parecían notar su interés por ella, y el rumor se calmó para presenciar el intercambio.

"Entonces," le dijo Kyle. "Me ganaste la Espada. Pero tal como puedes ver, yo soy quien la esgrimo."

"Por ahora," le sorrajó Samantha .

Dejemos que lo crea, ella pensó. Porque en verdad, estaba segura que un día ya no le pertenecería. Quien estaba destinado a empuñar la espada lo haría y, en el fondo, ella sabía que no era él.

Kyle alzó sus cejas.

"¿Sabes por qué te he mantenido con vida todo este tiempo", él le preguntó.

Samantha le devolvió una mirada desafiante. No tenía ningún interés en entablar un diálogo con él. No quería saber nada de este nueva cofradía. Quería irse para estar lo más lejos posible de este lugar. Tan solo quería llevarse a Sam y partir. Si él se los permitía.

Pero Sam no estaba a la vista. Los soldados de Kyle lo habían capturado y ella no lo había visto desde entonces. Samantha necesitaba mantener la calma hasta que pudiera averiguar dónde estaba. Necesitaba comprar tiempo, declarar su lealtad a él si era necesario, hasta que ella y Sam pudieran escapar.

"Todavía no sé por qué Rexius te envió a ti a recuperar la espada y no a mí. Como ya todos sabemos, soy un mejor guerrero. Pero tengo que admitir que tienes algunas habilidades", dijo.

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