—Me llamo David Mendoza —dijo el chico, ofreciendo la mano a Oliver para que se la diera—. Soy de segundo curso.
—Ah —respondió Oliver, dándole la mano—. ¿Vas a venir conmigo?
El profesor habló más alto.
—David está altamente entrenado en el combate. El mejor de la escuela. Quiero que tengas protección en tu viaje. Piensa en él como la fuerza para el cerebro de la Señorita Kerr y el corazón del Sr. Stroud. Con estos tres compañeros a tu lado, tendrás las mejores posibilidades de triunfar.
Oliver asintió. Confiaba en el Profesor Amatista –su mentor todavía no lo había decepcionado- pero no conocía de nada a David Mendoza. No sabía si podía confiar en él.
—Aquí tienes algunas cosas que necesitarás —continuó el profesor. Sacó un amuleto del bolsillo—. Es un amuleto de zafiro. Puedes usarlo para ver cómo está Ester. Él te la mostrará.
Se lo pasó a Oliver.
Oliver miró la extraña joya negra con el ceño fruncido. Solo podía distinguir la hermosa cara de Ester Valentini brillando en su superficie, como si la hubieran dibujado con carbón. Tenía los ojos cerrados y parecía gravemente enferma. A Oliver le dolía el corazón al verla.
—¿Esto es a tiempo real? —preguntó Oliver.
El director asintió.
—Sí. Te ayudará a mantener tu corazón puro. Si alguna vez dudas, mira el amuleto y recuerda por qué estás en ese viaje.
Oliver se puso el valioso amuleto alrededor del cuello. Lo guardaría como un tesoro, su conexión con Ester.
A continuación, el Profesor Amatista le pasó un cetro enjoyado. Oliver lo miró con asombro. Tenía un tubo interior hueco por el que corría arena y no importaba las veces que Oliver girara el cetro, la arena continuaba corriendo en la misma dirección y a la misma velocidad, como si estuviera encantado.
—¿Qué es esto? —preguntó Oliver.
—Cuando golpees el cetro, este creará una luz brillante que causa ceguera temporal. Así que úsalo sabiamente. La arena de dentro te muestra lo que le queda de vida a Ester.
Oliver se quedó sin aliento, el miedo se apoderó de él. Una sensación nauseabunda lo recorrió mientras observaba el cetro.
El director lo cogió por los hombros, interrumpiendo sus pensamientos.
—No solo se trata de Ester —explicó—. Ella está destinada a morir. Tú cambiarás el destino para salvarla. Como tú bien sabes, esto tendrá un efecto colateral. Habrá otros cambios que no podemos prever. Pero yo he mirado a través de muchas líneas temporales y, si Ester muere, el resultado será peor.
A Oliver le dio un vuelco el estómago.
—¿Qué quiere decir?
—Su vida está unida a la escuela, Oliver. Su muerte tendrá una reacción en cadena a través del tiempo. Pero no puedo decir nada más específico que esto. Sabes que no puedo revelar lo que he visto en líneas temporales alternas.
Oliver lo entendía. Pero pensar que aquí había más en juego que Ester le causaba una gran ansiedad. De algún modo, la escuela también estaba en peligro.
Miró de nuevo el temporizador de arena que había dentro del cetro. Cada segundo que pasaba permitía que otro granito de arena se colara.
—Del mismo modo, también pasará si sobrevive —continuó el profesor—. El Elixir no solo curará a Ester, también permitirá a todos los videntes viajar a momentos difíciles en el tiempo y regresar a salvo, para cumplir misiones urgentes según sea necesario. Este tipo de viaje ilimitado en el tiempo es arriesgado. Así que ahora ya ves, Oliver, por qué esto es tan importante.
Oliver sintió que los nervios le subían a la garganta y la apretaban como si la estrujara una boa constrictor. Había mucho más en juego de lo que él había pensado.
Miró a Walter y Hazel, sus mejores amigos, y después a David, su nuevo compañero. Finalmente, miró al Profesor Amatista.
—No le decepcionaré —dijo.
El Profesor Amatista asintió con rotundidad. Le dio un golpecito en el hombro.
—Entonces quizás ahora sea el momento de decir adiós.
Oliver asintió.
—Sí. Pero primero, necesito ver a Ester.
—Por supuesto.
El profesor guió a Oliver hasta el ascensor y este los llevó hasta el ala del hospital. Al entrar, Oliver examinó la sala en busca de Ester. Cuando la encontró, vio que había una persona encorvada a su lado. Se le tensó el pecho. Era Edmund.
Edmund se giró bruscamente cuando Oliver se acercó. Le lanzó una mirada asesina y, a continuación, se puso de pie de un salto, furioso.
—¿Qué está haciendo él aquí? —preguntó Edmund al profesor, señalando con un dedo acusatorio a Oliver—. Él es la razón por la que Ester está en este estado.
Sus palabras atravesaron a Oliver como un rayo de dolor. Era cierto. Para empezar, que Ester contrajera la enfermedad del viaje en el tiempo fue culpa suya.
Pero el Profesor Amatista negó con la cabeza.
—Ester sabía que se estaba muriendo incluso antes de marcharse a Inglaterra —le dijo a Edmund—. Oliver no tuvo nada que ver con eso.
Oliver no acababa de creer al profesor. Ester le había dicho lo mismo, pero él aún sentía que le estaban mintiendo para hacerle sentir mejor y que no se culpara a sí mismo. ¿De qué otra forma Ester podría haber contraído la enfermedad del viaje en el tiempo sino por su viaje atrás en el tiempo con él? No añadieron nada más.
Mientras Edmund estaba allí echando humo, Oliver se dio cuenta de que tenía las manos apretadas en puños. Sabía que Edmund también quería a Ester. Debía de haber sido más fácil para él culpar a alguien de su problema, especialmente si ese alguien era Oliver, a quien ya odiaba.
—No le creo —replicó Edmund—. Ella estaba bien antes de ir a esa misión con Oliver. Ahora está así —Dejó caer el brazo hacia donde Ester yacía muy quieta, con los ojos cerrados—. ¿Y aún confía en Oliver para que le salve la vida?
Su mirada mostraba rabia.
Oliver casi no podía creer que Edmund estuviera hablando al Profesor Amatista de ese modo. Era su venerado profesor, ¡y Edmund estaba discutiendo con él como un niño con sus padres!
Pero lo que era aún más sorprendente era que el Profesor Amatista se lo permitiera. Cualquier otro estudiante, en cualquier otra circunstancia, seguramente sería castigado por comportarse de una manera tan brusca y enfadada. Esto solo sirvió para que Oliver tomara conciencia de lo excepcionalmente desesperada que era la situación de Ester ahora mismo.
El Profesor Amatista observó a Edmund con calma.
—El corazón de Oliver es puro —explicó—. Sus sentimientos hacia Ester son puros. Los tuyos, me temo, Edmund, no lo son.
Edmund se sonrojó.
—¿Cómo se atreve a decir eso? ¡Yo también la quiero! ¡La quería mucho antes de que él pusiera un pie en la escuela! Yo podría hacer esta misión tan bien como Oliver. Mejor, incluso.
Pero el director simplemente dijo que no con la cabeza.
—Lo siento, pero eso no es verdad. Solo hay una persona que tiene posibilidades de lograrlo. Y ese es Oliver.
Edmund se quedó quieto durante un instante más, mirando con furia del director a Oliver. Después dio un golpe fuerte con el pie y salió hecho una furia, empujando a Oliver con el hombro al pasar. El ruido de gemidos ahogados llenó el ala del hospital mientras él se iba a toda prisa.
Oliver observaba cómo se iba. No podía evitar sentir lástima por Edmund. Él también estaría hecho polvo si Ester no hubiera correspondido a su cariño.
Sin Edmund allí, Oliver dirigió su atención al cuerpo dormido de Ester. Se acuclilló a su lado y le cogió la mano. Tenía la piel fría, como si no fuera capaz de producir suficiente calor corporal. La apretó.
Para sorpresa de Oliver, notó que ella también lo apretaba. Oliver aguantó la respiración. ¡Estaba despertando!
En ese momento, los párpados de Ester empezaron a temblar. Un pequeño gemido escapó de su garganta.
—Estoy aquí —murmuró Oliver—. ¿Ester?