Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas - Amy Blankenship страница 3.

Шрифт
Фон

La daga en su mano destelló en un arco de luz plateada apenas rozando la túnica oscura que embellecía a Hyakuhei. Toya no podía creer lo rápido que era su oponente pero tenía el ceño fruncido con determinación. Una segunda daga apareció en su otra mano y se abalanzó con ella, inmediatamente seguida por la primera.

Hyakuhei esquivó las hojas mortíferas con la ayuda de los siglos de entrenamiento que había soportado. Los humanos eran criaturas muy sencillas de derrotar y Toya, aunque convertido, era bastante humano en su manera de pensar… aún un chiquillo en los ojos de un vampiro.

Hyakuhei debía admitir que de alguna manera proteger a la Sacerdotisa había envejecido el poder de Toya casi al nivel de un anciano. Llevar a la Sacerdotisa lejos de él había servido para dos propósitos. Sin su razón para pelear, el poder de Toya se había reducido enormemente.

La mano izquierda de Hyakuhei arremetió contra Toya atrapando sus muñecas en un agarre demoledor. Toya no tenía manera de defenderse cuando la garra derecha del vampiro cortó cruelmente su mejilla.

Los ojos plateados se estrellaron con los ojos carmesí por un momento suspendido en el tiempo, mientras Hyakuhei retraía sus garras. Sus labios insinuaron una sonrisa envenenada, mientras estiraba su mano para golpear gentilmente la herida que acababa de hacerle tan brutalmente. – Es una pena desperdiciar tanta perfección… tanta como la de tu hermano –. Lamió las gotas de sangre recién derramada de su dedo antes de añadir: – pero no puedo tener tu rebelde amor distrayendo a Kyou de mí.

Cuando sintió que sus muñecas se liberaban, Toya dio un paso hacia atrás y trató de bloquear el siguiente ataque que iba hacia su torso. Gruñó del dolor cuando la sangre se derramó de los tajos de su pecho. Presionando uno de sus brazos sobre sus heridas, sus ojos dorados se abrieron como platos mientras se tambaleaba hacia atrás, y esta vez, Hyakuhei lo dejó.

Toya podía sentir los huesos rotos de sus muñecas rechinando uno contra el otro y tenía que concentrarse solo para evitar que sus dagas cayeran al suelo. Mirando hacia el hombre que odiaba más que a la muerte, Toya trató de deshacerse del dolor sabiendo que no era un juego, que hasta los muertos vivientes pueden morir.

– Tú, niño tonto, ¿pensaste que podrías salvas a tu hermano matándome? Apenas puedes sostener tus cuchillas ahora, mucho menos podrás atentar contra mi vida – se burló Hyakuhei. Luego su rostro se volvió sereno, su enfado desapareció de repente. La brisa nocturna levantó las puntas de su largo cabello negro dando la impresión de estar vivo.

– Nunca tuviste alguna oportunidad, pequeño. Te ayudaré a descansar para que así no vuelvas a sentir más dolor – murmuró Hyakuhei, suavizando sus ojos hacia el hombre herido como un padre regañando a un hijo caprichoso.

Los ojos plateados destellaron rojo de indignación por sus palabras. – Nunca tendrás a mi hermano, ¡tú hijo de perra! Mientras tenga vida en su cuerpo, ¡Kyou no te dejará ganar y tampoco yo! – gritó Toya atacando a la figura vestida de negro en un último intento por salvar su alma inmortal.

Hyakuhei desapareció en un parpadeo antes de que la daga de Toya pudiera penetrar en el frío corazón escondido dentro de su intemporal cuerpo. Penetrantes órbitas rojas relucieron, hambrientas de derramar sangre del joven que pensó en desafiarlo.

Su forma oscura levitaba muy arriba… se detuvo por un momento antes de descender para atacar a su presa.

Los sentidos de Toya estaban gritando peligro mientras sentía la amenaza inminente a su existencia, pero aún no era suficientemente habilidoso para detallar desde dónde venía su atacante. Buscó alrededor frenéticamente pero tenía sus sentidos ahora opacados por la pérdida de sangre de sus heridas… junto con la herida escondida dentro de su corazón, Toya sintió su miedo aumentando.

Le dolía el corazón por las palabras que su llamado “padre” le arrojó. – No puedo dejarte ganar, monstruo. La vida de mi hermano depende de ello – susurró Toya a través de su dificultosa respiración, haciendo que sus palabras tronaran en sus propios oídos.

Un frío agudo subió por su espinazo mientras miraba al cielo nocturno. Sus ojos se abrieron con mucho terror ante la visión de lo que sabía era el final dado… nunca la había visto desde el receptor. –Así que… así es como es – se filtró el pensamiento por su mente atormentada.

Trató de moverse pero una fuerza desconocida lo incapacitó. Sus ojos se detuvieron en una mirada mortal. Los ojos rojos penetraron su misma alma y Toya supo que la muerte estaba cerca.

El grito atascado en su garganta fue reemplazado por un balbuceo. Sus ojos plateados se destiñeron a dorado de nuevo y se encontraron con los ojos carmesí de su asesino mientras el tiempo parecía detenerse. Su cuerpo comenzó a sentirse entumecido antes de mirar hacia abajo entre sus cuerpos.

Lágrimas cayeron de los ojos de Toya mientras el color dorado de sus ojos comenzaba a desvanecerse. – Te he fallado, por favor perdóname… Kyoko… Kyou – fue su último pensamiento mientras exhaló su último aliento.

Podía sentir el latido de su corazón alejarse lentamente llevándose el dolor consigo. Los misterios se desvelaron poco a poco con sus últimos latidos, y susurró con una pregunta inquieta: – Kyoko… ¿cuánto tiempo has estado aquí?


Mirando con una enfermiza sensación de placer, la figura vestida de negro con los abrazadores ojos rojos sonrió con satisfacción. Lentamente los bajó a ambos a la dura y apisonada tierra. Su mano con garras estaba incrustada profundamente en el pecho del joven con ojos como el sol.

Hyakuhei arrancó agresivamente el corazón que había dejado de latir.

Mirando a los ojos sin vida de Toya, susurró: – Siempre me pregunté cómo se verían los ojos de Kyou cuando lloraba… apuesto a que serán hermosos –. Se inclinó hacia abajo y besó a Toya en la frente antes de levantarse a voltearse para encarar al hombre que acababa de aterrizar a una corta distancia detrás de él.

Una sonrisa sádica apareció en sus labios mientras sostenía el corazón sangrante y esperó que Kyou cerrara la distancia entre ellos. – Para ti, mi mascota, ahora no hay nada que se interponga entre nosotros –. Se escuchó su voz en la brisa nocturna.

Sus ojos se estrecharon con disgusto mirando al corazón fresco que Hyakuhei sostenía hacia él. ¿Tanto tiempo había pasado Hyakuhei como un muerto viviente que para él la muerte era un regalo?

Asqueado, Kyou se dio vuelta ante la perturbadora vista. Había sentido la angustia de su hermano y había venido a investigar. En su lugar, encontró a su llamado “padre” y ya no podía sentir el aura de su hermano.

Algo estaba terriblemente mal y Kyou podía sentir los nervios a flor de piel en señal de amenaza.

No podía ver al dueño del corazón que aún goteaba su vida de la mano del viejo vampiro desde que Hyakuhei le había bloqueado la visión. Le molestaba que lo retuvieran mientras buscaba a su hermano menor. No había puesto un ojo en su hermano en más de un año, excepto esa noche… sabía que Toya lo necesitaba. Debía ser importante para que Kyou hubiera sentido el llamado con tanta fuerza.

Ваша оценка очень важна

0
Шрифт
Фон

Помогите Вашим друзьям узнать о библиотеке

Популярные книги автора