Al menos Gwendolyn lo conseguiría.
*
Gwen estaba de pie en el devastado y candente patio de lo que quedaba de la corte de Tirus, todavía sujetando al bebé, mirando al cielo maravillada, aliviada y triste, todo a la vez. Su corazón se llenó por ver a Thor otra vez, el amor de su vida, vivo, había vuelto, y nada menos que a lomos de Mycoples. Con él aquí, sentía que parte de ella se había restablecido, sentía que cualquier cosa era posible. Sintió algo que hacía tiempo que no había sentido: la voluntad de volver a vivir.
Sus hombres poco a poco bajaron sus escudos al ver que los dragones se giraban y marchaban volando, dejando las Islas por fin y dirigiéndose hacia el mar abierto. Gwen miró alrededor y vio la devastación que habían dejado, enormes montones de escombros, llamas por todas partes y los dragones muertos tumbados sobre su espalda. Parecía una isla saqueada por la guerra.
Gwen también vio los que debían haber sido los padres de la bebé, dos cadáveres tumbados allí cerca, justo al lado de donde Gwen la había encontrado. Gwen miró a la bebé a los ojos y se dio cuenta de que ella era lo único que le quedaba en el mundo. La cogió con fuerza.
«¡Esta es nuestra oportunidad, mi señora!» dijo Kendrick. «¡Debemos evacuar ahora!»
«Los dragones están distraídos», añadió Godfrey. «Por lo menos, por ahora. Quién sabe cuando volverán. Debemos irnos todos de este sitio de inmediato».
«Pero ya no existe el Anillo», dijo Aberthol. «¿A dónde iremos?»
«A cualquier sitio menos aquí», respondió Kendrick.
Gwen oyó sus palabras, aunque sonaban lejanas en su mente; ella en cambio se giró y examinó el cielo, observando a Thor volar en la distancia, llena de añoranza.
«¿Y qué pasa con Thorgrin?» preguntó ella. «¿Lo dejaremos solo allá arriba?»
Kendrick y los demás hicieron una mueca, sus rostros marcados por la decepción. Estaba claro que el pensamiento también los perturbaba.
«Lucharíamos con Thorgrin hasta la muerte si pudiéramos, mi señora», dijo Reece. «Pero no podemos. Él está en el cielo, por encima del mar, lejos de aquí. Ninguno de nosotros tiene un dragón. Tampoco tenemos su poder. No podemos ayudarle. Ahora debemos ayudar a aquellos que podemos ayudar. Esto es por lo que Thor se sacrificó. Esto es por lo que Thor ha dado su vida. Debemos aprovechar la oportunidad que nos ha dado».
«Lo que queda de nuestra flota todavía está en el lado más lejano de la isla», añadió Srog. «Fue una sabia decisión esconder aquellos barcos. Ahora debemos usarlos. Los que quedemos de nuestro pueblo debemos abandonar este lugar de inmediato, antes de que vuelvan».
Por la mente de Gwendolyn corría una mezcla de emociones. Ella deseaba ir a salvar a Thor; pero al mismo tiempo, sabía que esperar aquí, con toda esta gente, no le haría ningún bien a él. Los otros tenían razón: Thor acababa de dar la vida por su seguridad. Sus acciones no tendrían ningún valor si ella no procuraba salvar a esta gente mientras pudiera.
Otro pensamiento asomaba por la mente de Gwen: Guwayne. Si se marchaban ahora y salían corriendo hacia el mar abierto quizás, sólo quizás, podría encontrarlo. Y el pensamiento de ver de nuevo a su hijo la llenó con unas ganas nuevas de vivir.
Por fin, Gwen asintió, con el bebé en brazos, preparánose para marchar.
«De acuerdo», dijo ella. «Vayámonos y encontremos a mi hijo».
*
El rugido de los dragones era cada vez más fuerte detrás de Thor, el grupo se estaba acercando, persiguiéndolos mientras él y Mycoples volaban más lejos hacia el mar. Thor sintió una llamarada dirigiéndose hacia su espalda, a punto de tragárselos y sabía que si no hacía algo pronto, no tardaría en morir.
Thor cerró los ojos, ya sin miedo a llamar al poder que había en su interior, ya sin sentir la necesidad de confiar en armas físicas. Al cerrar los ojos recordó el tiempo que pasó en la Tierra de los Druidas, recordaba lo poderoso que había sido, lo mucho que había podido influenciar todo lo que estaba a su alrededor con su mente. Recordaba el poder dentro de él, como el universo físico era sólo una extensión de su mente.
Thor quería que el poder de su mente saliera a la superficie e imaginó una gran pared de hielo detrás de él, resguardándolo del fuego, protegiéndolo. Se imaginó a sí mismo completamente cubierto por una burbuja protectora, él y Mycoples, seguros del muro de fuego de los dragones.
Thor abrió los ojos y se sorprendió de sentirse revestido de frío y ver una tremenda pared de hielo a su alrededor, justo como la había imaginado, de un metro de grosor y un azul brillante. Se giró y vio la pared de llamas de los dragones acercarse y la pared de hielo pararla, las llamas siseando, enormes nubes de vapor levantándose. Los dragones estaban coléricos.
Thor daba vueltas mientras la pared de hielo se derretía y decidió ir en busca del nido de dragones que había más adelante. Mycoples voló sin miedo hacia los dragones y, claramente, ellos no esperaban este ataque.
Mycoples embistió hacia adelante, extendió sus garras, agarró a un dragón por la mandíbula, lo balanceó y lo lanzó; el dragón cayó con violencia, de un lado a otro, girando sobre sí mismo sin control, precipitándose hacia el océano.
Antes de que pudiera recuperarse, Mycoples fue atacada por otro dragón, que le clavó las mandíbulas en el costado. Mycoples hizo un chillido y Thor reaccióno de inmediato. Saltó del lomo de Mycoples al hocico del otro dragón y corrió por su cabeza hasta montar en su lomo. El dragón continuaba cogiendo a Mycoples corcoveando salvajemente para deshacerse de Thor y Thor se agarraba desesperamente mientras montaba al hostil dragón.
Mycoples se tambaleó hacia adelante y se sujetó con sus mandíbulas en la cola de otro dragón, arrancándosela. El dragón gritó y se desplomó en el océano, pero tan pronto Mycoples hubo hecho, esto varios dragones se precipitaron sobre ella, clavándole los dientes en las patas.
Mientras tanto, Thor todavía estaba cogido desesperadamente, decidido a tomar el control de este dragón. Se forzaba a sí mismo a mantener la calma y a recordar que todo estaba en su mente. Podía sentir el tremendo poder de esta antigua bestia primal corriendo por sus venas. Y, al cerrar los ojos, dejó de resistirse y empezó a sentirse en armonía con él. Sentía su corazón, su pulso, su mente. Sentía que se volvía uno con él.
Thor abrió los ojos y el dragón también los abrió, ahora brillando con otro color. Thor veía el mundo a través de los ojos del dragón. Este dragón, esta bestia hostil, se convirtió en una extensión de Thor. Lo que él veía, lo veía Thor. Thor ordenaba y él escuchaba.
El dragón, bajo las órdenes de Thor, soltó a Mycoples; soltó un rugido y se abalanzó hacia adelante, clavando sus dientes en los tres dragones que estaban atacando a Mycoples, haciéndolos pedazos.
Los otros dragones fueron cogidos por sorpresa, claramente no esperaban que uno de los suyos los atacara; antes de que pudieran recuperarse, Thor ya había atacado a media docena de ellos, usando este dragón para agarrarse a sus nucas, cogiéndolos desprevenidos, mutilando un dragón tras otro. Thor se avalanzó sobre tres más, haciendo que el dragón les mordiera las alas, arrancándoselas del lomo, cayendo los dragones al mar.
De repente, Thor fue atacado por un lado sin verlo venir; el dragón abrió sus mandíbulas y le clavó los dientes a Thor.
Thor gritó cuando un diente largo y dentado le perforó las costillas y lo hizo caer del dragón, haciéndolo tambalear en el aire. Sintió como se precipitaba hacia el mar, herido, y se dio cuenta de que estaba a punto de morir.
Por el rabillo del ojo, Thor divisó a Mycoples pasando por debajo de él y, a continuación, Thor, aterrizó en el lomo de Mycoples, salvado por su vieja amiga. Los dos estaban juntos de nuevo, ambos heridos.