Морган Райс - Una Tierra de Fuego стр 10.

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Thor, apretándose la costilla, respirando con dificultad, analizaba el daño que habían hecho: una docena de dragones yacían ahora muertos o mutilados, moviéndose en el océano. Lo habían hecho bien, los dos, mucho mejor de lo que él hubiera imaginado.

Sin embargo, Thor oyó un tremendo grito y, al mirar hacia arriba, vio que quedaban varias docenas de dragones. Luchando por respirar, Thor entendió que había sido una lucha valiente, pero que sus posibilidades de ganar parecían malísimas. Aún así, él no dudó; voló sin miedo hacia arriba, apresurándose a encontrarse con los dragones que los desafiaban.

Mycoples lanzó un grito y lanzó fuego a la vez que ellos se lo lanzaban a Thor. Thor volvió a usar sus poderes para levantar una pared de hielo delante suyo, que impedía que las llamas de los dragones le alcanzaran. Él se agarraba a Mycoples mientras ella colisionaba con el grupo, destrozándolos, clavándoles las garras y mordiéndoles, luchando por su vida. Tenía heridas, pero no dejó que esto le hiciera aflojar mientras hería a todos los dragones que tenía por los lados. Thor se unió y levantó su brazalete, apuntando a un dragón tras otro y un rayo de luz blanca salió disparado, haciendo caer a un dragón tras otro de Mycoples, mientras ella luchaba.

Thor y Mycoples luchaban y luchaban, los dos cubiertos de heridas, sangrando, exhaustos.

Y, aún así, todavía quedaban más docenas de dragones.

Cuando Thor levantaba su brazalete sentía que su poder estaba menguando, de hecho, sentía que su propio poder estaba menguando. Él sabía que era poderoso, pero no lo suficiente todavía: él sabía que no podía aguantar la lucha hasta el final.

Thor miró hacia arriba y vio unas enormes alas en su cara, seguidas de unas largas y afiladas garras y observaba impotente como se clavaban en la garganta de Mycoples. Thor se sujetaba con todas sus fuerzas mientras el dragón agarraba a Mycoples, le clavaba las mandíbulas en la cola, la balanceaba y la tiraba.

Thor colgaba mientras él y Mycoples daban vueltas por el aire; Mycoples dio vueltas de campana y cayeron en picado al mar, fuera de control.

Aterrizaron en el agua, Thor todavía sujetándose, y los dos se hundieron bajo la superficie. Thor luchaba bajo el agua hasta que su impulso se detuvo. Mycoples se giró y nadó hacia arriba, buscando la luz del sol.

Cuando salieron a la superficie, Thor respiró profundamente, con dificultad, batiéndose en las heladas aguas, todavía cogido a Mycoples. Mientras los dos se movían por el agua, Thor miró a un lado y vio algo que nunca olvidaría: flotando en el agua, no lejos de él, con los ojos abiertos, muerto, había un dragón que él había llegado a querer: Ralibar.

Mycoples lo divisó a la vez y algó la venció, algo que Thor no había visto nunca: ella soltó un gran grito de dolor y elevó sus alas, extendiéndolas totalmente. Todo su cuerpo temblaba al soltar un horroroso alarido, haciendo que el universo temblara. Thor vio como sus ojos cambiaban, cambiando a colores brillantes, hasta que al final eran de color amarillo y blanco brillante.

Mycoples se volvió, un dragón diferente, y miró hacia arriba a la manada de dragones que venía a por ellos. Thor se dio cuenta de que alguna cosa dentro de ella se había roto. Su duelo había mutado en rabia y le había dotado de un poder que Thor jamás había visto. Era un dragón poseído.

Mycoples se elevó hacia el cielo a toda velocidad, con las heridas sangrando, pero sin importarle. Thor sintió una nueva explosión de energía también y un deseo de venganza. Ralibar había sido un amigo cercano, había sacrificado su vida por todos ellos y Thor estaba decidido a hacerle justicia.

Mientras corrían hacia ellos, Thor saltó de Mycoples y aterrizó en el hocico del dragón más cercano, abrazándolo hasta que se estiró y agarró sus mandíbulas, hasta que consiguió cerrarlas. Thor reunió todo el poder que quedaba dentro de él e hizo girar al dragón en el aire, para después lanzarlo con todas sus fuerzas. El dragón voló, llevándose con él dos dragones más y los tres se precipitaron hacia abajo, hacia el oceáno.

Mycoples giraba rápidamente y cogió a Thor mientras caía. Él aterrizó en su lomo mientras ella corría hacia los dragones que quedaban. Sus rugidos se mezclaban con los de ella, mordía con más fuerza, volaba más rápido, hacia cortes más profundos que ellos. Cuanto más la herían, menos cuenta parecía darse ella. Era un torbellino de destrucción, al igual que Thor, y cuando Thor y ella acabaron, Thor se dio cuenta de que ya no quedaban dragones a quién esperar en el cielo: todos ellos habían caído del cielo al mar, mutilados o asesinados.

Thor se encontró volando solo con Mycoples en el aire, dando vueltas alrededor de los dragones caídos, evaluando lo ocurrido. Los dos respiraban con dificultaban, les caían gotas de sangre. Thor sabía que Mycoples estaba dando su últimos respiros, podía verlo porque salía sangre de su boca, cada respiración un grito sofocado, un dolor mortal.

«No, amigo mío», dijo Thor, aguantándose las lágrimas. «No puedes morir».

Ha llegado mi hora, Thor le oía decir. Al menos he muerto con dignidad.

«No», insisitió Thor. «¡No debes morir!»

Mycoples expulsaba sangre al respirar y el aleteo de sus alas se debilitaba a medida que empezaba a bajar hacia el océano.

Dentro de mí queda una última lucha, dijo Mycoples. Y quiero que mi último instante sea de valor.

Mycoples miró hacia arriba y Thor siguió su mirada hasta ver la flota de barcos de Rómulo extenderse en el horizonte.

Thor movió la cabeza con rostro serio. Sabía lo que quería Mycoples. Quería recibir su muerte en una última gran batalla.

Thor, muy herido, respirando con dificultad, sintiendo como si tampoco pudiera conseguirlo, quiso ir también hacia abajo. Ahora se preguntaba si las profecías de su madre eran ciertas. Ella le dijo que podía alterar su propio destino. ¿Lo había alterado?, se preguntaba. ¿Iba a morir ahora?

«Allá vamos entonces, amigo mío», dijo Thorgrin.

Mycoples soltó un gran chillido y, juntos, los dos descendieron,dirigiéndose hacia la flota de Rómulo.

Thor sentía el viento y las nubes corriendo por su pelo y por su cara mientras soltaba un gran grito de guerra. Mycoples chilló con la misma furia y, mientras los dos descendían, Mycoples abrió sus grandes mandíbulas y lanzó fuego a un barco tras otro.

Pronto, un muro de llamas se extendió por el océano, prendiendo fuego a un barco detrás del otro. Decenas de miles de barcos estaban delante de ellos pero Mycoples no se detenía, abriendo sus mandíbulas, soltando nubes de llamas, una tras otra. Las llamas se extendieron como si fueran un único muro, a la vez que los gritos de los hombres crecían allá abajo.

Las llamas de Mycoples empezaron a debilitarse y pronto poco fuego salía de su respiración. Thor sabía que estaba muriendo bajo él. Cada vez volaba más bajo, demasiado débil para expulsar fuego. Pero no estaba débil para usar su cuerpo como arma y, en lugar de lanzar fuego, cayó en dirección a los barcos, apuntando sus duras escamas hacia ellos, como un meteorito cayendo del cielo.

Thor aguantaba y se agarraba con todas sus fuerzas mientras ella descendía hacia los barcos, el sonido de la madera al partirse llenó el aire. Ella volaba de un barco a otro, de un lado para otro, destruyendo la flota. Thor se agarraba mientras trozos de madera le golpeaban de todas direcciones.

Finalmente, Mycoples no pudo resistir más. Se detuvo en el centro de la flota, moviéndose en el agua, habiendo destruido muchos barcos, todavía rodeado por miles más. Thor se mecía encima de su lomo mientras ella yacía flotando, respirando débilmente.

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