(Salen Basanio, Lorenzo y Graciano.)
SALANIOAquí vienen tu pariente Basanio, Graciano y Lorenzo. Bien venidos. Ellos te harán buena compañía.
SALARINONo me iria hasta verte desenojado, pero ya que tan nobles amigos vienen, con ellos te dejo.
ANTONIOMucho os amo, creedlo. Cuando os vais, será porque os llama algun negocio grave, y aprovechais este pretexto para separaros de mí.
SALARINOAdios, amigos mios.
BASANIOSeñores, ¿cuándo estareis de buen humor? Os estais volviendo ágrios é indigestos. ¿Y por qué?
SALARINOAdios: pronto quedaremos desocupados para serviros.
(Vanse Salarino y Salanio.)
LORENZOSeñor Basanio, te dejamos con Antonio. No olvides, á la hora de comer, ir al sitio convenido.
BASANIOSin falta.
GRACIANOMala cara pones, Antonio. Mucho te apenan los cuidados del mundo. Caros te saldrán sus placeres, ó no los gozarás nunca. Noto en tí cierto cambio desagradable.
ANTONIOGraciano, el mundo me parece lo que es: un teatro, en que cada uno hace su papel. El mio es bien triste.
GRACIANOEl mio será el de gracioso. La risa y el placer disimularán las arrugas de mi cara. Abráseme el vino las entrañas, antes que el dolor y el llanto me hielen el corazon. ¿Por qué un hombre, que tiene sangre en las venas, ha de ser como una estatua de su abuelo en mármol? ¿Por qué dormir despiertos, y enfermar de capricho? Antonio, soy amigo tuyo. Escúchame. Te hablo como se habla á un amigo. Hombres hay en el mundo tan tétricos que sus rostros están siempre, como el agua del pantano, cubiertos de espuma blanca, y quieren con la gravedad y el silencio adquirir fama de doctos y prudentes, como quien dice: «Soy un oráculo. ¿Qué perro se atreverá á ladrar, cuando yo hablo?» Así conozco á muchos, Antonio, que tienen reputacion de sabios por lo que se callan, y de seguro que si despegasen los labios, los mismos que hoy los ensalzan serian los primeros en llamarlos necios. Otra vez te diré más sobre este asunto. No te empeñes en conquistar por tan triste manera la fama que logran muchos tontos. Vámonos, Lorenzo. Adios. Despues de comer, acabaré el sermon.
LORENZOEn la mesa nos veremos. Me toca el papel de sabio mudo, ya que Graciano no me deja hablar.
GRACIANOSi sigues un año más conmigo, desconocerás hasta el eco de tu voz.
ANTONIOMe haré charlatan, por complacerte.
GRACIANOHarás bien. El silencio sólo es oportuno en lenguas en conserva, ó en boca de una doncella casta é indomable.
(Vanse Graciano y Lorenzo.)
ANTONIO¡Vaya una locura!
BASANIONo hay en toda Venecia quien hable más disparatadamente que Graciano. Apenas hay en toda su conversacion dos granos de trigo entre dos fanegas de paja: menester es trabajar un dia entero para hallarlos, y aún despues no compensan el trabajo de buscarlos.
ANTONIODime ahora, ¿quién es la dama, á cuyo altar juraste ir en devota peregrinacion, y de quien has ofrecido hablarme?
BASANIOAntonio, bien sabes de qué manera he malbaratado mi hacienda en alardes de lujo no proporcionados á mis escasas fuerzas. No me lamento de la pérdida de esas comodidades. Mi empeño es sólo salir con honra de los compromisos en que me ha puesto mi vida. Tú, Antonio, eres mi principal acreedor en dineros y en amistad, y pues que tan de veras nos queremos, voy á decirte mi plan para librarme de deudas.
ANTONIODímelo, Basanio: te lo suplico; y si tus propósitos fueren buenos y honrados, como de fijo lo serán, siendo tuyos, pronto estoy á sacrificar por tí mi hacienda, mi persona y cuanto valgo.
BASANIOCuando yo era muchacho, y perdia el rastro de una flecha, para encontrarla disparaba otra en igual direccion, y solia, aventurando las dos, lograr entrambas. Pueril es el ejemplo, pero lo traigo para muestra de lo candoroso de mi intencion. Te debo mucho, y quizá lo hayas perdido sin remision; pero puede que si disparas con el mismo rumbo otra flecha, acierte yo las dos, ó lo menos pueda devolverte la segunda, agradeciéndote siempre el favor primero.
ANTONIOBasanio, me conoces y es perder el tiempo traer ejemplos, para convencerme de lo que ya estoy persuadido. Todavía me desagradan más tus dudas sobre lo sincero de mi amistad, que si perdieras y malgastaras toda mi hacienda. Dime en qué puedo servirte, y lo haré con todas veras.
BASANIOEn Belmonte hay una rica heredera. Es hermosísima, y ademas un portento de virtud. Sus ojos me han hablado, más de una vez, de amor. Se llama Pórcia, y en nada es inferior á la hija de Caton, esposa de Bruto. Todo el mundo conoce lo mucho que vale, y vienen de apartadas orillas á pretender su mano. Los rizos, que cual áureo vellocino penden de su sien, hacen de la quinta de Belmonte un nuevo Cólcos ambicionado por muchos Jasones. ¡Oh, Antonio mio! Si yo tuviera medios para rivalizar con cualquiera de ellos, tengo el presentimiento de que habia de salir victorioso.
ANTONIOYa sabes que tengo toda mi riqueza en el mar, y que hoy no puedo darte una gran suma. Con todo eso, recorre las casas de comercio de Venecia; empeña tú mi crédito hasta donde alcance. Todo lo aventuraré por tí: no habrá piedra que yo no mueva, para que puedas ir á la quinta de tu amada. Vé, infórmate de dónde hay dinero. Yo haré lo mismo y sin tardar. Malo será que por amistad ó por fianza no logremos algo.
ESCENA II
Belmonte. Gabinete en la quinta de PórciaPÓRCIA y NERISSAPÓRCIAPor cierto, amiga Nerissa, que mi pequeño cuerpo está ya bien harto de este inmenso mundo.
NERISSAEso fuera, señora, si tus desgracias fueran tantas y tan prolijas como tus dichas. No obstante, tanto se padece por exceso de goces como por defecto. No es poca dicha atinar con el justo medio. Lo superfluo cria muy pronto canas. Por el contrario la moderacion es fuente de larga vida.
PÓRCIASanos consejos, y muy bien expresados.
NERISSAMejores fueran, si álguien los siguiese.
PÓRCIASi fuera tan fácil hacer lo que se debe, como conocerlo, las ermitas serian catedrales, y palacios las cabañas. El mejor predicador es el que, no contento con decantar la virtud, la practica. Mejor podria yo enseñársela á veinte personas, que ser yo una de las veinte y ponerla en ejecucion. Bien inventa el cerebro leyes para refrenar la sangre, pero el calor de la juventud salta por las redes que le tiende la prudencia, fatigosa anciana. Pero si discurro de esta manera, nunca llegaré á casarme. Ni podré elegir á quien me guste ni rechazar á quien me enoje: tanto me sujeta la voluntad de mi difunto padre.
NERISSATu padre era un santo, y los santos suelen acertar, como inspirados, en sus postreras voluntades. Puedes creer que sólo quien merezca tu amor acertará ese juego de las tres cajas de oro, plata y plomo, que él imaginó, para que obtuviese tu mano el que diera con el secreto. Pero, dime, ¿no te empalagan todos esos príncipes que aspiran á tu mano?
PÓRCIAVéte nombrándolos, yo los juzgaré. Por mi juicio podrás conocer el cariño que les tengo.
NERISSAPrimero, el príncipe napolitano.