Морган Райс - Soldado, Hermano, Hechicero стр 7.

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El primer golpe fue en el estómago, lo suficientemente fuerte para hacerlo caer de rodillas. El segundo tan solo le golpeó ligeramente la cabeza, pero aún así fue suficiente para hacerle ver las estrellas. No hizo nada para silenciar la voz de su padre.

Llámate a ti mismo guerrero. Sé que sabes cómo hacerlo.

Era fácil decirlo cuando no te están golpeando hasta la muerte sobre la cubierta de un barco.

“¿Crees que me puedes apuñalar, chico?” exigió el Capitán Arvan. “Vendería tu cadáver si creyera que alguien pagaría por él. Tal como están las cosas, ¡te lanzaremos al agua y veremos si ni siquiera los tiburones dirigen sus hocicos hacia ti!” Hubo otra pausa, interrumpida por otro puntapié. “Vosotros dos, agarradlo. Veremos si la realeza flota”.

“¡Soy un rey!” se quejaba Lucio mientras unas manos fuertes empezaban a cogerlo. “¡Un rey!”

Y pronto serás un antiguo rey, añadió la voz de su padre.

Lucio se sintió ingrávido cuando los hombres lo cogieron, lo suficientemente alto que podía ver el agua interminable que los rodeaba, a la que pronto lo arrojarían para que se ahogara. Aunque no era interminable, ¿verdad? Estaba viendo…

“¡Tierra a la vista!” exclamó su centinela.

Por un instante, la tensión se contuvo, y Lucio estaba seguro de que lo iban a lanzar al agua de todas formas.

Entonces la voz del Capitán Arvan retumbó por encima de todo lo demás.

“¡Dejad a esa basura real que respira! Tenemos deberes que atender, nos desharemos de él muy pronto”.

Los marineros no lo dudaron. En su lugar, arrojaron a Lucio sobre la cubierta, abandonándolo mientras se disponían a tirar de las cuerdas junto al resto de la tripulación.

Deberías estar agradecido, susurró la voz de su padre.

Sin embargo, Lucio estaba de todo menos agradecido. En su lugar, añadió este barco y su tripulación a la lista de aquellos que pagarían una vez recuperara su trono. Haría que los quemaran.

Haría que los quemaran a todos.

CAPÍTULO CINCO

Thanos estaba dentro de su jaula esperando a la muerte. Se retorcía y daba vueltas bajo el sol de Delos, que lentamente calentaba, mientras por el patio los guardias trabajaban para construir el patíbulo en el cual lo asesinarían. Thanos nunca se había sentido tan desamparado.

O tan sediento. Allí lo habían ignorado, no le habían dado nada para comer ni para beber, solo dirigían su atención hacia Thanos para hacer repiquetear sus espadas en las barras de su horca, como mofa.

Los sirvientes iban a toda prisa por el patio, la sensación de urgencia en sus recados sugería que algo estaba sucediendo en el castillo de lo que Thanos no sabía nada. O quizás así era simplemente cómo sucedían las cosas durante velatorio por la muerte de un rey. Quizás toda esta actividad se debía simplemente a que la Reina Athena estaba dirigiendo Delos como ella quería.

Thanos podía imaginar a la reina haciéndolo. Mientras otra podría haberse quedado atrapada en su dolor, apenas capaz de moverse, Thanos imaginaba que ella veía la muerte de su esposo como una oportunidad.

Thanos apretó la horca con fuerza con sus manos. Era muy posible que, en aquel mismo momento, él fuera el único que verdaderamente lloraba la muerte de su padre. Los sirvientes y el pueblo de Delos tenían todas las razones para odiarlo. Athenas estaba probablemente demasiado inmersa en sus planes para preocuparse. Y respecto a Lucio…

“Te encontraré”, prometió Thanos. “Habrá justicia por esto. Por todo”.

“Oh, habrá justicia, seguro” dijo uno de los guardias. “Tan pronto como te destripemos por lo que hiciste”.

Golpeó las barras, atrapando los dedos de Thanos de un modo que hizo que este soplara por el dolor. Thanos hizo la intención de agarrarlo, pero el guardia simplemente rio, apartándose como en una danza y dirigiéndose a ayudar a los demás en la construcción del escenario sobre el que Thanos sería asesinado finalmente.

Era un escenario. Todo aquello era un espectáculo. En un instante de violencia, Athena tomaría el control del Imperio, al eliminar el peligro principal para su poder y al mostrar que ella seguía al mando, a pesar de que su hijo ascendiera al trono.

Quizás realmente pensaba que ese sería el caso. De ser así, Thanos le deseaba suerte. Athena era malvada y avariciosa, pero su hijo era un loco sin límites. Ya había matado a su padre, y si su madre pensaba que podía controlarlo, entonces necesitaría toda la ayuda que le pudieran dar.

Como pasaría con todos en Delos, desde el último campesino hasta llegar a Estefanía, atrapada y a la merced de una realeza que no tenía en absoluto.

Pensar en su esposa le apenaba. Había venido hasta aquí para salvarla, y en su lugar había acabado así. Si él no hubiera estado allí, quizás las cosas hubieran resultado mejor. Quizás los guardias hubieran visto que fue Lucio el que había matado al rey. Quizás hubieran actuado, en lugar de intentar limpiarlo todo.

“O quizás hubieran culpado a la rebelión”, dijo Thanos, “y Lucio hubiera tenido otra excusa”.

Podía imaginarlo. No importaba lo mal que estuviera todo, Lucio siempre encontraría un modo de culpar a los demás. Y si él no hubiera estado allí al final, no hubiera podido escuchar a su padre reconocer quién era él. No hubiera descubierto que podía encontrar pruebas de ello en Felldust.

No hubiera tenido la oportunidad de decir adiós, o de sostener a su padre al morir. Ahora lamentaba el hecho de que no conseguiría ver a Estefanía antes de ser ejecutado, o de poder asegurarse de que estaba bien. Incluso con todo lo que había hecho, no debería haberla abandonado en aquel muelle. Había sido un paso egoísta, pensando solo en su propia rabia e indignación. Había sido un paso que le había costado su esposa y la vida de su hijo.

Fue un paso que probablemente le iba a costar a Thanos su propia vida, dado que solo estaba allí porque Estefanía estaba atrapada. Si se la hubiera llevado con él y la hubiera dejado a salvo en Haylon, nada de esto hubiera sucedido.

Thanos sabía que había una cosa que debía hacer antes de que lo ejecutaran. No podía escapar, no podía esperar eludir lo que le esperaba, pero aún podía intentar arreglarlo.

Esperó a que uno de los sirvientes que atravesaban el patio se acercara. El primero al que le hizo una señal continuó caminando.

“Por favor”, llamó al segundo, que miró a su alrededor antes de negar con la cabeza y continuó su camino.

El tercero, una mujer joven, se detuvo.

“Se supone que no podemos hablar contigo”, dijo. “Se nos ha prohibido traerte agua o comida. La reina quiere que sufras por matar al rey”.

“Yo no lo maté”, dijo Thanos. Él alargó el brazo cuando ella se disponía a dar la vuelta. “No espero que lo creas, y no te estoy pidiendo agua. ¿Puedes traerme carbón y papel? La reina no puede haber prohibido esto”.

“¿Estás pensando en escribir un mensaje para la rebelión?” preguntó la sirvienta.

Thanos negó con la cabeza. “Nada de eso. Puedes leer lo que escriba si quieres”.

“Lo… lo intentaré”. Parecía que quería decir algo más, pero Thanos vio que uno de los guardias miraba en su dirección, y la sirvienta se fue a toda prisa.

Esperar era difícil. ¿Cómo se suponía que debía observar a los guardias construyendo la horca de la que lo colgarían hasta prácticamente matarlo, o la gran rueda en la que lo romperían más tarde? Era una pequeña crueldad que demostraba que aunque la Reina Athena consiguiera controlar a su hijo, el Imperio estaría lejos de la perfección.

Todavía estaba pensando en todas las crueldades que Lucio y su madre podrían causar al país cuando la sirvienta llegó con algo doblado bajo el brazo. Tan solo era un trozo de pergamino y un pequeñísimo palo de carbón, pero aún así se lo pasó tan furtivamente como si se tratara de la llave hacia su libertad.

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